Cuando leí el libro El Ecologista Escéptico y comprobé que lo que mucho de lo que allí se decía no encontraba réplica con un mínimo de rigor, se me cayeron muchos mitos. Los ecologistas, aquellos que yo creía preocupados prioritaria y generosamente por nuestro entorno, el resto de los seres vivos y nuestro futuro, parecían más preocupados por justificar su existencia y su propia razón de ser.
Poco después yo mismo pude comprobar como algunas otras organizaciones benéficas manipulaban o interpretaban de forma interesada la información para transmitir un mensaje concretos y, quizás, conseguir ayudas, patrocinadores o lo que hiciera falta. Por ejemplo, Intermon Oxfam presentó pomposamente un dudoso informe con datos e interpretaciones muy discutibles, como expliqué en este artículo.
He recordado todo esto tras leer en el Blog del Búho que los mares tienen cada vez menos sustancias peligrosas, después de que José Miguel Mulet haya destacado en un artículo la deriva de Greenpeace durante los últimos años y tras saber que según la FAO, como decía Antón Uriarte hace unos meses, los bosques españoles no hacen más que aumentar. Claro, estos tres privilegiados y neoliberales profesores universitarios seguro que están comprados por las farmacéuticas, las empresas alimentarias o las multinacionales químicas. Como yo.
Que quede claro: En todas estas organizaciones ecologistas y benéficas la mayor parte de la gente pelea y trabaja por un mundo mejor para todos. Pero me pregunto si habrá llegado el momento de replantearse su función, su financiación y su propia naturaleza. Son totalmente necesarias, pero tal vez deban cambiar muchos principios y paradigmas sobre las que se han fundado y han funcionado en el pasado. Sólo me lo pregunto...
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