
Pues nada de eso. Vuelve a mirar la foto detenidamente. La frente del extraño rostro es el gorro de un niño sentado en el regazo de su padre y el ojo es la mitad inferior de su carita. La nariz del supuesto Jesús y su bigote lo forman el brazo de la criatura. ¿No lo ves? A ver si así:

Incluso sabiendo lo que es, a nuestra mente le cuesta ver la realidad. Sí, he dicho bien, la que ve es nuestra mente, los ojos son meros receptores de señales. La interpretación la realiza el cerebro y la razón de este fenómeno es que está programado para identificar e interpretar caras.
El software de reconocimiento facial, tan habitual en las series policíacas, se basa sobre todo en analizar las posiciones relativas de los diferentes componentes de un rostro: ojos, nariz, boca, orejas. El de última generación también considera la forma de la cabeza y la textura de la piel. Pero no existe una máquina con la capacidad humana de personalizar una cara, reconocerla de un simple vistazo, detectar parecidos familiares e identificar pequeños gestos y señales emocionales. La precisión y sutileza son increíbles, pero este alto componente mental también conlleva la posibilidad de cometer importantes errores y de que ocurran situaciones sorprendentes, como los ciegos que pueden ver.
También, como efecto secundario de esta especialización cerebral tan espectacular, vemos caras incluso donde no las hay, un fenómeno muy conocido en psicología llamado pareidolia. La fotografía superior es un ejemplo, el Dedo de Dios del post anterior, otro. En las imágenes de debajo podemos ver más (pinchar para agrandar): Caras demoníacas en el humo del atentado del 11S, santos o vírgenes en pescados o tostadas, calaveras en la espalda de la mariposa Acherontia Atropos e incluso gigantescas montañas-faciales en la superficie de Marte.

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