20.10.11

El microondas no tiene ningún efecto negativo sobre los alimentos ni sus nutrientes

Igual conoces la leyenda de que si riegas una planta con agua calentada en el microondas, la planta morirá. No es que la gente suela hacer esa bobada, los que difunden esa historia pretenden convencernos de que si eso pasa, es porque el microondas es malísimo para todo, debido a sus ondas malignas llenas de radiación. En el blog La Mentira Está Ahí Fuera se desmonta esta batallita, cuyas supuestas pruebas (unas fotos) no son más que el típico photoshopeo mal hecho, pergeñado por los conspiranoicos de siempre. Hace poco también pude leer otro estupendo post en El Tamiz, rebatiendo todos los argumentos de un chapucero artículo anti-microondas. Así que, como soy un copión poco original, me toca intentar aportar mi granito de arena.

Es cierto que el calor reduce la capacidad nutricional de un alimento, por ejemplo, porque  degrada algunas vitaminas, pero ocurre con cualquier tipo de calor. También es cierto que los alimentos suelen estar más sabrosos cocinados en un horno convencional, pero esto se debe probablemente a nuestra predilección por el sabor asociado al tostado (miles de años usando el fuego para cocinar, que produce quemado por exceso de calor en algunas zonas, ha tenido sus consecuencias evolutivas). Y es verdad algunos pasteles quedan bastante pochos debido a que sus recetas están pensadas para hornos convencionales, que distribuyen el calor de una forma muy diferente. Pero de ahí a decir que el microondas es malo o degrada los alimentos, hay un trecho. 

Las microondas hacen vibrar las moléculas polares (por ejemplo, agua o grasa), lo cual genera calor. Y ya está. Y los hornos convencionales calientan unas resistencias cuyas moléculas aumentan de energía, se ponen a vibrar como locas y transmiten esta energía al resto de moléculas que hay a su alrededor, incluidas las de los alimentos. No hay sustanciales diferencias físicas entre este calor generado por vibraciones moleculares en ambos casos. La ventaja del primero es que la energía se aprovecha mucho mejor, ya que las ondas sólo ponen a vibrar las moléculas de la comida (aunque después el entorno se caliente por proximidad) y además penetran varios centímetros al el interior, permitiendo generar calor dentro más rápidamente.

Como las explicaciones no suelen ser suficientes, aquí aporto el enlace a un estudio en el que se comprueba que los alimentos cocinados en un horno normal y un horno microondas no tienen diferencias nutricionales significativas. Así que, a comer tranquilos. Y tampoco hace falta que, como los técnicos de rayos X, salgas de la cocina cada vez que calientas algo. Ni que te compres un delantal de plomo. Pero eso sí, no metas al gato a secar en el microondas, no sé si es otra leyenda urbana, pero dicen que una señora lo hizo y puedes imaginar la que lió.

Creo que ya lo he contado alguna vez, pero lo haré de nuevo, que viene a cuento. Hace tiempo tuve una compañera de trabajo que me aseguraba que nunca tendría un microondas porque le parecía potencialmente dañino en todos los sentidos. Y utilizaba como principal factor de motivación a su hija, a la que decía no querer poner en peligro. Lo curioso es que mientras te lo contaba, tenía un cigarrillo en la mano, que también consumía habitualmente en su casa, junto a su niña.

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