En toda esta vorágine, me empacha bastante el exceso de los medios de comunicación que, ante una amenaza tan golosa, están sacando partido a tope, con debates interminables y un poco fuera de lugar para el momento, sobre las especificidades del pueblo japonés o el futuro de la energía nuclear. En este último aspecto, casi siempre terminan en desencuentros entre los "pro" y los "contra", esgrimiendo los argumentos habituales. No creo que cambien muchas cosas, más allá de detalles de cara a la galería, porque los intereses económicos son tan grandes que en poco tiempo se dejará de hablar del peligro de las nucleares, como ocurrió tras Chernobil.
Casi siempre echo de menos un análisis más profundo sobre los riesgos en general, ya que normalmente estos debates se centran en las propias centrales. Y creo que como paso previo debería hacerse más hincapié en los desastres naturales, que son contra los que realmente debemos estar preparados y protegidos. La naturaleza es terrible y tiene una fuerza inconmensurable. En nuestras cortas e insignificantes vidas pensamos que la mayoría de las cosas son inamovibles, estables, bastante amigables. Pero la química y la física no saben de compasión ni de confort. Nuestro planeta ha sufrido innumerables terremotos mucho más potentes que el de Japón, espeluznantes supervolcanes han arrasado enormes extensiones, devastadoras inundaciones y cambios climáticos han hecho desaparecer especies enteras y mortíferos meteoritos han cambiado radicalmente el curso de la evolución. Hoy en día es casi imposible luchar contra estos y otros fenómenos terrestres, ya que su poder se nos escapa de las manos. Y más allá de nuestro planeta, en el espacio relativamente cercano, la violencia es aún mayor. Estrellas que emiten oleadas de radiaciones mortíferas, que se hinchan y volatilizan a los planetas que les rodean, que explosionan en una supernova que destroza cualquier cuerpo que esté en su sistema o que se convierten en agujeros negros inimaginablemente voraces que se lo tragan todo. Todo ocurre continuamente y con frecuencia, aunque la escala de tiempo a la que estamos acostumbrados no nos permite apreciarlo.
Así que cualquier planteamiento debería empezar por conocer y aceptar los riesgos de forma más realista. Y cuando digo realista, es realista de verdad. Por que algo sea estadísticamente improbable, no va a dejar de ocurrir. Es muy difícil que un nuevo terremoto por encima de las previsiones afecte a una central nuclear, o que un meteorito suficientemente gordo la líe parda, o que un supervolcán vuele en pedazos una ciudad. Pero ocurrirá, no sabemos si dentro de 10, 100, 1000 o 10.000 años. Así que creo que hay que presentar esta información así, tal cual. "Se esperan CON SEGURIDAD desastres de tal y cual tipo, que tienen una frecuencia aproximada de X, pero que podrían ocurrir mañana o dentro de 10.000 años". Y ahora, sabiendo esto, plantear las preguntas: ¿Queremos vivir aquí? ¿A qué queremos dedicar nuestros recursos e investigaciones? ¿Es prioritaria la búsqueda de energías alternativas más sostenibles y menos peligrosas? ¿Y el seguimiento de cuerpos celestes y la investigación y sobre cómo evitarlos?
También deberíamos practicar este enfoque cuando hablemos de medio ambiente. Independientemente del posible calentamiento global, La Tierra no tendrá capacidad en relativamente pocos años para abastecer las necesidades que estamos creando. ¿Es que no vamos a hacer nada? ¿Nos convencerán los de siempre, mientras se forran , de que "no pasa nada"y esperaremos, como hemos hecho hasta ahora, a que el mal sea casi irreversible?
Actualización:
A pesar de la gravedad de la situación en la central planta nuclear de Fukushima, en Tokio se vive con normalidad, como se ve en este vídeo grabado hoy mismo:
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