10.4.21

AstraZeneca y trombos: ¿Merece la pena esperar a otra vacuna?

La avalancha de titulares y noticias los riesgos asociados a la vacuna de AstraZeneca y los continuos cambios de criterio está sembrando gran cantidad de dudas entre la población. Muchas personas ya no saben qué pensar y les resulta difícil tomar una decisión respecto a si vacunarse o no con esta vacuna.

El mensaje prioritario sigue siendo que los potenciales beneficios superan los riesgos pero ¿hasta qué punto es así? ¿No sería mejor esperar a que haya otra vacuna disponible (Pfizer, Moderna u otras) y con menos efectos adversos identificados?

Voy a intentar hacer unos cálculos aproximados y orientativos, que nos ayuden a tener más clara la situación, a conocer la magnitud de las cifras de riesgo y que nos puedan ser útiles a la hora de tomar decisiones. Para ello me voy a basar en los resultados de la investigación sobre los efectos adversos de AstraZeneca que se ha hecho en el Reino Unido (fuente) y en un artículo sobre el tema de Kiko Llaneras en El País incorporando datos oficiales de España  (fuente).

Antes de nada, es importante entender que en este momento no hay disponibilidad para todo el mundo de vacunas diferentes a AstraZeneca y que probablemente no la habrá en bastante tiempo. Es decir, que si no nos ponemos AstraZeneca, habrá que esperar. Y durante esa espera podemos contagiarnos y enfermar de Covid-19. Aunque los riesgos son mucho mayores a edades más avanzadas, existen en todos los grupos de edad, como muestra el último informe oficial que recopila el número de casos graves:


La pregunta clave sería la siguiente: ¿Qué supone más riesgo, ponerse ahora AstraZeneca o esperar un tiempo a que llegue otra vacuna? ¿El riesgo que supone ese tiempo de espera es mayor o menor que el de los posibles efectos adversos de AstraZeneca?  

Evidentemente, cuanto más tiempo pasemos sin estar vacunados, más riesgo tendremos de contagiarnos, así que la respuesta dependerá de este periodo de tiempo. Y por otro lado, también dependerá de la incidencia de Covid-19 en ese momento. Cuanto más casos haya, más riesgo tendremos de contagiarnos.

Pues bien, empecemos con los cálculos.

Pensemos en una incidencia baja-moderada, de unos 500 casos mensuales por cada 100.000 habitantes (equivale a cerca de 8000 casos diarios en toda España), que es aproximadamente la que hemos tenido durante los últimos días:


Haciendo los cálculos para esta situación, en la siguiente tabla se pueden ver los riesgos comparados, por cada 100.000 habitantes y segmentado por grupos de edad. A la derecha los casos de todos los efectos adversos graves de la vacuna de AstraZeneca (según datos menos favorables). Y en el centro los ingresos en UCI por Covid-19 entre no vacunados tras un mes, dos meses, tres meses.... hasta 12 meses:


He marcado en rojo cuando el riesgo de entrar en UCI es mayor que el de los efectos adversos graves de la vacuna.

En la siguiente figura he representado los mismos resultados gráficamente (solo hasta los 4 meses, para poder visualizar adecuadamente las diferencias):




Está bastante claro que el riesgo de ingresar en UCI por Covid-19 es claramente superior al de los efectos graves de la vacuna en casi todos los grupos de edad (excepto menores de 30 años) y desde tan solo un mes de espera (excepto el grupo 30-39, donde la diferencia sería significativa a partir de un par de meses). También se aprecia que las diferencias son especialmente llamativas en grupos de edad superiores a los 40 años y, en la medida en la que pasa el tiempo, dichas diferencias crecen y los riesgos de ingresar en la UCI son muchísimo mayores que los de los efectos adversos graves de la vacuna.

¿Qué pasaría si la situación epidemiológica empeora (como lo está haciendo), pero bastante, hasta llegar a una incidencia similar a la que teníamos a finales de enero de 2021 - de unos 25.000 casos diarios - es decir, el triple del momento actual actual?


Pues bien, la tabla quedaría así:


Y el gráfico así:



Como se puede observar en ambas figuras, en este caso los riesgos de  ingresar en UCI por Covid-19 serían siempre superiores a los de un efecto grave de la vacuna, en todos los grupos de edad, incluso con una espera de tan solo un mes. Para los grupos de mayor edad las diferencias son especialmente acusadas y crecerían aún más en la medida en la que se pase tiempo sin vacunar.

Conviene resaltar que en esta comparación se han incluido todos los posibles efectos graves de AstraZeneca y que se está suponiendo que la vacuna que la sustituya no tiene ningún efecto grave, algo que no está tan claro que ocurra. Si solo se tuvieran en cuenta los casos de trombos inusuales de AstraZeneca, según los datos británicos, las ventajas de vacunarse serían aún mayores, ya que los casos graves serían menos:



En definitiva, estos cálculos aproximados muestran con claridad que, excepto para el grupo de personas de menos de 30 años, vacunarse ahora con AstraZeneca es más seguro que esperar y vacunarse después con una vacuna sin efectos adversos graves (algo que tampoco está demostrado que exista). Es decir, el tiempo de espera sin estar vacunado, incluso aunque solo sea un mes, es casi siempre más peligroso y arriesgado que los efectos graves que pueda provocar AstraZeneca. 

De cualquier forma, todos estos cálculos se refieren a riesgos personales, pero el hecho de vacunarse tiene otros beneficios a nivel social. El más importante es que se reduce la posibilidad de contagio a otros y, por lo tanto, ayuda a controlar la propagación de la enfermedad.

Para terminar, quisiera hacer una reflexión para quienes creen que debería pararse la vacunación con AstraZeneca porque "es sacrificar a unos pocos en favor del bien común": Toda intervención tiene pros y contras, es inevitable. Se se trata de intentar tomar la mejor decisión y elegir las mejores opciones para minimizar los contras y maximizar los pros. Por ejemplo ¿deberíamos promover el uso de la bicicleta?  Está muy claro que tiene grandes beneficios para la salud y el entorno, de eso no hay ninguna duda. Pero también da lugar a un aumento de las lesiones graves y muertes por caídas y accidentes con la bicicleta (estudio, informe). Pero todos lo tenemos bastante claro, ¿no?

Y una cosa más: no tengo ningún interés por defender una u otra vacuna. He hecho todos estos cálculos porque tengo 53 años y quiero tomar mi decisión sobre vacunarme basándome en datos, no en emociones, que para este tema aportan más bien poco.

Actualización:

Unos pocos días después de la publicación de este post se ha publicado el preprint de un estudio en el que se comparan los casos de trombos inusuales entre medio millón de personas vacunadas con vacunas mRNA (Pfizer y Moderna) y otro medio millón infectadas de Covid-19, así como con datos de la vacuna de AstraZeneca (durante las dos semanas posteriores a la vacuna o el diagnóstico). 

Los resultados son los siguientes:



Como se puede apreciar, hay casos de trombos con ambos tipos de vacunas. Pero en los dos tipos de trombos analizados el riesgo es mucho mayor entre personas con Covid-19 que entre personas vacunadas.

1 comentario:

átopos dijo...

Interesante análisis y muy pertinente en estos tiempos confusos que corren.

Sin entrar en el detalle de las estimaciones, que, a efectos de la argumentación doy por buenos, sí que me gustaría plantear una reflexión general sobre el asunto.

Comparto plenamente la idea de que decisiones de este tipo deben ser racionales. Sin la luz de la razón nuestras acciones acaban siendo fruto de impulsos esporádicos o influencias externas inconscientes.

El problema con este asunto de las vacunas es que, a mi modo de ver, no es posible (todavía) una decisión puramente racional e independiente ---por independiente entiendo aquella que cualquiera puede hacer por sí mismo, como has hecho tú, con su sola razón. La causa es que los datos son aún insuficientes.

Por ilustrarlo en el marco de tu análisis, tenemos, por la parte del COVID, la ausencia de una variable significativa sobre la que no existen datos. En realidad, no es posible si quiera que existan, salvo en una sociedad donde la vigilancia de la población fuese absoluta. Me refiero a la influencia del comportamiento. ¿Hasta qué punto puede influir el mantenimiento riguroso de las medidas de higiene y distancia social en la disminución de la probabilidad de contagio? Es probable que Los valores de la tabla variasen significativamente dependiendo de si se siguen estrictamente dichas medidas o no; si el número de interacciones sociales es un muy bajo o muy alto; etc.

A su vez, por el lado de las vacunas, no tenemos datos suficientes aún del nivel de efectividad frente a todas las cepas; de los cambios de efectividad por cepa dependiendo de si sólo se ha inyectado la primera dosis; etc. También esto puede hacer variar los datos de la tabla.

Valgan estos ejemplos como ilustraciones de la ausencia de datos. Esto no significa que las estimaciones con los datos actuales no tengan ningún valor; solamente que, debido a su escasez, no pueden ser del todo forzosos para la razón.

Cuando la razón no puede extraer por sí sola conclusiones forzosas, esto es, las que emanan de un cálculo irrefutable, las decisiones tiene que apelar además a otras formas de sustentación racional. En estos casos y, especialmente, en el caso particular de las vacunas, el punto de apoyo racional más importante es el argumento de autoridad. Básicamente significa que aceptamos como verdaderas las tesis que proceden de la "autoridad", en este caso, las establecidas por la comunidad científica, las agencias médicas internacionales y los departamentos de sanidad gubernamentales.

Ahora bien, el argumento de autoridad se funda, por definición, en la confianza en la sabiduría, honestidad y fiabilidad de la autoridad.

Lo tremendo de la situación que estamos viviendo es que esa confianza ha sido minada por la propia autoridad. Los continuos cambios de dirección, la inexistencia (aquí en Europa) de unas directrices comunes a todos los países, la falta de transparencia, los problemas de comunicación, etc. han echado por tierra buena parte de la confianza de la población en su criterio. No es de recibo que no se hayan tomado precauciones muy serias para evitar que cada país (a veces, cada territorio dentro de un país) decrete por su cuenta o cambie de decisión de un día para otro; no es de recibo que la dirección y el mensaje no sea firme e inequívoco, o que, si no puede serlo, se diga con toda claridad y sin ambages.

Como consecuencia de la carencia de un poder racional suficiente (la argumentación analítica incuestionable o la autoridad del sabio) el campo queda abierto a las emociones, las manipulaciones, las inercias o el puro capricho.

Un saludo.