29.3.12

¿Por qué los vecinos casi nunca son gente normal?

No creo tener especial mala suerte con los vecinos. O eso pensaba hasta esta mañana, que me he puesto a reflexionar al respecto.

En el piso de abajo vive una señora con su hijo treintañero que desde que dejó de meterse hace un par de años su ración de heavy metal todos los días después de comer, casi ni me entero que existen. La última vez que fui consciente de su presencia fue cuando la señora me gritó, con razón, por sacudir por la terraza un mantel con alguna miga que otra. Le pedí perdón y reconocí mi falta de ciudadanía, pero me llevé un pequeño chasco cuando al día siguiente, al levantarme muy pronto para ir a trabajar, todavía de noche, la pillé sacudiendo a hurtadillas y sin encender ninguna luz una alfombra y varios trapos.

Aunque ahora que recuerdo, otro curioso contacto con ellos tuvo lugar también hace un par de años, cuando detecté espantado que subía  humo muy negro de su casa. Les llamé repetidas veces pero nadie contestó, así que pensando que aquello era debido a un incendio incipiente y que mi casa, justo encima, tenía todos lo boletos para ser la principal afectada, me dispuse llamar a los bomberos. Se me ocurrió justo antes probar con sus inmediatos vecinos y, por suerte, ellos llamaron a un número de móvil que tenían y pudieron localizar al hijo...¡que estaba durmiendo en la casa y no se había enterado de nada! Ni del humo, ni de los timbrazos... Afortunadamente, aquella humareda negra la estaba generando un huevo que la madre había puesto a cocer y que dejó olvidado al bajar a hacer los recados. Evidentementre, el huevo se había convertido en un trozo de carbón hipercalcinado.

Y puestos a rememorar, tampoco estuvo mal aquella vez que me pareció oirles gritar y al arrimar mi oreja al suelo,  escuché a la madre intentando consolar a su hijo que gritaba incesantemente "¡la vida es una mierda! ¡Una puta mierda!". Duró varios minutos aquella extraña conversación filosófica entre un treintañero heavy y su madre viuda.

Los vecinos de arriba son más problemáticos, sobre todo con el tema del ruido, como es lo habitual. Son una pareja que rondarán los cincuenta, una hija veinteañera y un crio preadolescente. Y un perro. Un chucho simpático pero viejuno al que dejan sólo y con el bozal puesto cada vez que se van a trabajar o a tomar unas copas. Y que se dedica a aullar y ladrar durante horas hasta que vuelve a tener compañía. En esos momentos lo encierran en la cocina, pero yo lo oigo como si lo tuviera en la habitación de al lado. Les he dejado dos notas en la puerta contándoles lo que ocurre y un día grabé con el móvil los ladridos y subí a enseñárselo, pero parece que piensan que soy un poco exagerado, porque cuando estoy sin quejarme demasiado tiempo lo vuelven a dejar sólo.

Cuando los padres se van al pueblo y la hija se trae al novio a dormir (bueno, a dormir...) el tema se vuelve un poco molesto, porque llegan de madrugada y se ponen al fornicio. Lo cual me parece muy bien, pero ¿es que no tiene otra habitación para hacerlo que no esté justo encima de la mía? Además la cama, que debe ser de nogal del siglo pasado, chirría como si la estuvieran torturando. Pero este hecho no parece desconcentrarles en absoluto.

El mayor misterio que tengo que aclarar es por qué todas las mañanas escucho justo encima de mi cabeza un chorro potente y largo que supongo tiene su origen en el desahogo matutino del abuelo que les acompaña de vez en cuando. Lo sorprendente del sonido es que es imposible que haya ningún baño en ese lugar, porque la bajante con los desagües de todo el edificio está en la otra punta de la casa. Así que me temo que al abuelo le ponen un orinal que utiliza con regularidad y gran atino justo quince minutos antes de que suene mi despertador. Y creo que lo apoya en el suelo y no se le sale ni una gota, porque el sonido es clarísimo, perfecto e ininterrumpido. No quiero pensar en las salpicaduras.

Los vecinos de al lado me han dado menos problemas. Al igual que los de abajo, es una pequeña familia formada por la madre viuda y el hijo cuarentón, y son bastante prudentes y poco dados a excesos. Pero tienen una extraña costumbre que me crea cierta inquietud. Están casi siempre en ropa interior. Haga frío o calor, en invierno o en verano, él está en calzoncillos (blancos abanderado, por cierto, muy poco actuales) y su madre en bragas. Sé que tienen todo el derecho a estar en su casa como les plazca, pero cuando salen a la terraza, que está junto a la mía y sin casi ningún tipo de separación, les veo en paños menores y me da cierto pudor, sobre todo a la señora, que está mayor y tampoco es precisamente una alegría para la libido. Lo peor es cuando  me hablan sobre el tiempo o la actualidad, como si tal cosa, mientras yo intento no desviar mi mirada hacia esas infames vistas que me asaltan al borde inferior de mi campo visual.

No sé, igual es cosa mía. Tal vez ellos cuenten historias parecidas sobre mí y quizás todos tengamos nuestras miserias pero sólo seamos capaces de ver las del resto. Pero aquí nadie ha venido a decirme que hago ruido, ni a apagar un fuego y siempre vamos vestidos. No sé qué pensar...

NOTA: Todo lo que he contado es estrictamente cierto.

6 comentarios:

aisisgallo dijo...

XDDDDDDDDDDDD tío, vaya vecinos más raros que tienes. Yo la verdad es que no me entero mucho, quitando a uno que muy de vez en cuando pone el home cinema que parece que estoy metida en el cine, no he notado cosasa raras, pero puede ser porque yo no me entero de casi nada, a partir de ahora me voy a fijar más.

Centinel dijo...

Si yo fijarme, lo que es fijarme, no me fijo nada, es que no me dejan no darme cuenta...

SAM dijo...

Genial! Un buen relato y bien escrito. Una agradable forma de empezar el día para mí leyendo tus "desgracias". Por si te sirve de consuelo piensa que siempre podría ser peor.

Betawriter dijo...

¿Cómo suelen responder los vecinos cuando molestan y les llamamos la atención? "¡Yo en mi casa hago lo que me da la gana!", dicen.

Pero es que el sonido acaba entrando en casa de los demás (el principal problema de vivir apiñados y en casas de mala calidad como vivimos). ¿Cuándo se considerará "allanamiento de morada"?

Los vecinos no es que sean raros, son egoístas sin un ápice de respeto, como solemos ser casi todos en este país. En otros países no ocurre esto, y la gente es muy cívica en casa y con los vecinos.

Estadísticamente tienes toda la razón. En la mayoría de mis experiencias en España (he vivido en más de una decena de casas) los vecinos han sido molestos, igual que en las casas de familiares.

Movimientos de muebles diarios a horas extravagantes, músicas y televisiones a tope, fiestas constantes en casas de estudiantes, conversaciones de teléfono a grito pelado en el balcón anexo al tuyo, o estar hablando en la terraza a altas horas cuando hace bueno y entre semana, no son la excepción, son la regla.

La diferencia entre tener buenos y malos vecinos es la misma que entre el cielo y el infierno.

Centinel dijo...

Por no hablar de las reuniones de vecinos, que eso más que para un post, da para un blog entero...

Anónimo dijo...

No me considero especialmente tikismikis, pero yo también tengo vecinos ruidosos, mejor dicho muy ruidosos. A veces subo la tele para no oír sus conversaciones y ni por esas. La verdad es que nos llevamos bien y por eso ya les hemos comentado varias veces que se les oye, pero me parece que tenemos sensibilidad diferente en cuanto a aguantar el nivel de ruido. Lo que a mi me parece ruido a ellos les parece normal. Lo único que hemos conseguido es que no pasen el aspirador a horas intempestivas. Algo es algo.